viernes, 26 de junio de 2015

Llovía y el agua corría

El agua corría, bajaba por el cordón de la vereda y se acomodaba en la cuneta.
Como abrazando el agua que venia detrás bajaba enaltecida hasta el final de la calle.

Si uno miraba bien a lo lejos podía ver más que los adoquines.
Podía ver, si se esforzaba, entre tanta lluvia edificios altos de piedra gastada. Relojes en el final de las torres. 

Un cielo como algodonado, espeso, húmedo.
Y escuchar la lluvia, pero escucharla de verdad,  con cada gota que suena al chocar contra la calzada.

Todo entre gris, negro y esfumado...

A lo lejos se ven algunas luces, debe de ser la estación de radio.

Me suena a algo francés y me envuelve.
San Telmo se transforma en algún plato de cine, de esas escenas donde las parejas se encuentran y se besan después de todas sus idas y vueltas.

La mesa del bar se me hace un poco más chica de lo que creí cuando entre, acomodo el servilletero, el azucarero. No puedo mantenerme mucho tiempo quieta.
La mirada la tengo perdida, en cada gota que cae se hunde un poco más. Que miedo da perder tanto la mirada
 ¿Si después de eso perdiera la respiración? Apenas si la escucho, no puedo dejar de concentrarme en el ruido de las gotas cayendo. 

Adentro hace calor, siento la humedad en la piel. Tengo el pelo un poco mojado y no se seca. No puedo evitar imaginarme mientras arrugo las servilletas que cada gota afuera es un paso tuyo. Un paso tuyo hacia el bar.
Que en tu casa terminas de ponerte el buzo, te peinas un poco para el costado, te tiras dos o tres plushes de perfume, te miras al espejo y te reís. Te reís porque sabes que vas a verte conmigo. 

Agarras tu celu, me avisas que estas por salir, te subís la capucha y arrancas viaje. 
Caminando medio rápido para no mojarte tanto, aunque no podes evitar que algunas gotas te mojen la cara.

Y que llegas con las gotas... llegas caminando. Me ves, te miro, nos reímos. Te sentas y la sonrisa sigue.
La noche dejo de ser gris, paro la lluvia.
Tal vez deje de escucharla porque solo miro tu sonrisa. Mi pelo no se seco pero a mi ya no me importa, porque a vos te gusta así, hecho un desastre. 


Me levanto para ir al baño y traerme una cerveza mas, me miro al espejo y el pelo todavía sigue húmedo. Sonrío. Vuelvo a la mesa.

La veo más chica que cuando entré, un par de servilletas arrugadas arriba de la mesa, el vaso vació de cerveza al lado del cenicero.

Que lindo sería si vos llegaras en serio...

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